Buenos Aires, santuario de la ultraizquierda latinoamericana
Alentados por el status de refugiado que el gobierno nacional le facilitó el año pasado al terrorista chileno (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) Galvarino Apablaza Guerra, distintos grupos de la ultraizquierda latinoamericana están eligiendo a Buenos Aires como su santuario. Es decir, un refugio con protección política y judicial y hasta asistencia económica. Tiempo Argentino relata, con tono melodramático, el itinerario de Guillermo Amador Padilla, dirigente de la ultraizquierda hondureña, que acaba de instalarse en nuestro país.
INTERVINO EN UN DOCUMENTAL CONTRA EL GOLPE DEL 28 DE JUNIO DE 2009
Un protagonista de la resistencia hondureña se refugia en la Argentina
Por Diego González / Tiempo Argentino
Guillermo Amador Padilla fue uno de los creadores del Frente Nacional de la Resistencia Popular. Con su esposa y su hijito cruzaron varios países. El domingo pasado llegaron a Plaza Once, con siete bolsos y diez pesos en el bolsillo.
Cuando secuestraron al presidente hondureño Manuel Zelaya, Guillermo Amador Padilla era dirigente estudiantil. Su movimiento en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán de Tegucigalpa estaba alerta frente al golpe. Intuían que ese 28 de junio de 2009 el clima iba a estar caldeado. Así que en esa madrugada se reunió con los suyos en un bar para improvisar lo que sería el embrión del Frente Nacional de Resistencia Popular. Guillermo ni imaginaba lo que se venía: 150 días de barricadas, tres veces preso, intentos de secuestro, coprotagonista junto a su hermano gemelo de un documental explosivo, clandestinidad, exilio, y una gira eterna que lo paseó junto a su mujer y su hijito de dos años como refugiado político por Costa Rica, el altiplano boliviano y ahora la Argentina.
Su primera tarea en el Frente fue en la comisión de Seguridad y Disciplina: “Tenía que identificar a los infiltrados y sacarlos del movimiento. Esto hacía que los militares me tuvieran súper identificado. Me detuvieron tres veces, me mataron a palos. En un momento, ellos cambiaron de estrategia y empezaron los asesinatos selectivos, así que tenía que dormir en cinco lados distintos para que no me agarraran.” La cosa se fue poniendo cada vez más ácida y cuatro compañeros murieron misteriosamente.
Dirigente sindical y protagonista de los spots publicitarios del plebiscito que impulsaba Zelaya, su hermano René Amador Padilla era una imagen pública. Guillermo y René son idénticos, lo que facilitaba la tarea del ejército.
Por el peligro que corría Guillermo, el Frente decidió quitarlo del comité de Seguridad y enviarlo al de Defensa de los Derechos Humanos. Pero la persecución se intensificó, hubo intentos de secuestro y las amenazas se volvieron más habituales y explícitas. “Entonces me mandan a la clandestinidad y empiezan las gestiones para que encuentre un lugar donde refugiarme. Pero tenían que sacarme urgente, porque el documental que protagonizo con mi hermano estaba por estrenarse.” Guillermo habla de Quién dijo miedo, Honduras de un golpe, una producción argentino-hondureña dirigida por Katia Lara.
Las cosas se precipitaron y la fuga fue con rumbo sur. Cruzó Nicaragua monitoreado por los organismos de Derechos Humanos y llegó a Costa Rica dos días antes de que el golpe cumpliera un año. En San José, la capital, se contactó con un compatriota que le dio casa por unos días y trabajó como cocinero en uno de sus restaurantes. Pero, incluso allí, el amigo identificó movimientos extraños en sus locales. A su vez, Guillermo descubrió a un auto que lo perseguía con obsesión por toda la ciudad.
Su primera reacción fue ir a tocar timbre en la embajada venezolana de Costa Rica para pedir ayuda. Pero no había embajador, así que se tuvo que reunir con el encargado de negocios. Guillermo le planteó su situación y se quedó dos meses adentro, en una oficina, con un colchón inflable, comida y una computadorita con Internet. “Seguí conectado, denunciando al régimen. Pero conseguir un lugar donde establecerme con mi mujer y mi hijito, que seguían en Tegucigalpa, era mi prioridad. El documental era un boom en Honduras, se vendía como pan caliente en el mercado pirata, incluso había camisetas del film. Mi temor era que los militares se las agarraran con mi familia.”
Venezuela no pudo ser. Y por presión del Mocosoh (Movimiento Costarricense de Solidaridad con Honduras) la embajada boliviana -donde tampoco había embajador, sólo encargada de negocios− acusó recibo y se reunió con él. Le ofrecieron una entrada como turista a Bolivia, donde luego podría solicitar el estatus de refugiado político. Venezuela, por su parte, ofreció pasaje para los tres: uno para Guillermo desde San José de Costa Rica y dos desde Tegucigalpa para su esposa y el niño.
Así es que a mediados de septiembre se vuelve a reunir la familia en La Paz, después de casi tres meses. El cambio era fuerte: “Jamás habíamos tenido tanto frío como en esa ciudad. No podíamos dormir. El único que se adaptó bien fue nuestro hijo.” Guillermo nunca va a decir, a lo largo de la entrevista, el nombre de su hijo ni de su mujer. Lo hace adrede, quiere mantenerlos resguardados.
Es entonces que empieza sus trámites para radicarse en Bolivia. Consigue un hospedaje temporal en la Casa del Migrante, gestionado por la Pastoral de Movilidad Humana. Al mes, un colombiano le ofrece trabajo de gastronomía en Huanuni, un pueblo minero a cuatro horas de La Paz. Su mujer consigue empleo como administradora de la confitería en la que él se transforma en jefe pastelero.
Pero el clima era aún más hostil que en La Paz, el nene estaba molesto y ellos no tenían forma de continuar sus estudios. Con los meses les vinieron las ganas de pegar el salto. La pregunta era adónde. “Un día abrimos un mapa y evaluamos. Perú y Chile no nos convencían por cuestiones políticas. En Brasil no íbamos a entender el portugués. Quedaba la Argentina.”
El sábado pasado cruzaron la frontera de Villazón a La Quiaca como refugiados. El domingo, entrada la noche, llegaron a Plaza Once, con siete bolsos enormes y diez pesos en el bolsillo. Desde ese momento vienen gestionando en distintas ONG, oficinas gubernamentales, iglesias, comedores y organismos de Derechos Humanos algún lugar donde poder radicarse por un tiempo, seguir con las cuestiones legales y conseguir algún trabajo para poder estudiar periodismo o sociología. Todavía no se decidió.
Seguimos refugiando a terroristas propios é internacionales...¡¿lo sabías?!...Ya te lo veniamos advirtiendo...Comentado y publicado ppor Miguel...
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