Dedicado a todos los Policías del mundo Caídosen Cumplimiento del Deber.
Tomó la pluma del valor y la mojó en la sangre de sus camaradas muertos.
Le tembló un poco el pulso pero no fue por miedo sino por emoción.
A medida que escribía la letra se hizo firme como sus convicciones.
El recuerdo de sus acciones se hicieron vívidos, casi como si los volviese a vivir.
A medida que escribía algunas lágrimas rodaban por su rostro haciéndolo sentir lo que era, un simple ser humano en su uniforme azul
Los rostros de sus compañeros muertos, sus cuerpos destrozados, sus manos heladas, también a él lo habían matado, destrozado y helado su alma.
Escribió nombre por nombre, pena por pena, con sumo cuidado de no cometer ni el más pequeño error, sus vidas costaron demasiado como para equivocarse al momento de nombrarlos.
Hizo la lista como si se la hubiese encomendado el propio Dios y temía que un ligero error no permitiese la entrada al Reino de los Cielos de alguno de aquellos mártires.
Se asombró que después de tantos años recordara cada cara.
Repasó una, dos, cinco, diez veces cada apellido y quedó vacilante al momento de poner cada jerarquía.
Dudó entre la que ostentaban al morir o la que post mortem les habían conferido.
Con inmensa amargura pensó que ese ascenso a la jerarquía inmediata superior, tal cual marcan los fríos reglamentos, era una miseria ante tanta entrega.
Sus ojos serenos aún húmedos miraron en el rincón de su despacho a la bandera celeste y blanca, después al Cristo crucificado, como pidiéndole ayuda para la elección.
Como siempre Dios respondió, y simplemente escribió al lado de cada nombre, sin jerarquías distintivas: Policía.Comisión Permanente de Homenaje a Policías de Rosario asesinados por organizaciones terroristas
Le tembló un poco el pulso pero no fue por miedo sino por emoción.
A medida que escribía la letra se hizo firme como sus convicciones.
El recuerdo de sus acciones se hicieron vívidos, casi como si los volviese a vivir.
A medida que escribía algunas lágrimas rodaban por su rostro haciéndolo sentir lo que era, un simple ser humano en su uniforme azul
Los rostros de sus compañeros muertos, sus cuerpos destrozados, sus manos heladas, también a él lo habían matado, destrozado y helado su alma.
Escribió nombre por nombre, pena por pena, con sumo cuidado de no cometer ni el más pequeño error, sus vidas costaron demasiado como para equivocarse al momento de nombrarlos.
Hizo la lista como si se la hubiese encomendado el propio Dios y temía que un ligero error no permitiese la entrada al Reino de los Cielos de alguno de aquellos mártires.
Se asombró que después de tantos años recordara cada cara.
Repasó una, dos, cinco, diez veces cada apellido y quedó vacilante al momento de poner cada jerarquía.
Dudó entre la que ostentaban al morir o la que post mortem les habían conferido.
Con inmensa amargura pensó que ese ascenso a la jerarquía inmediata superior, tal cual marcan los fríos reglamentos, era una miseria ante tanta entrega.
Sus ojos serenos aún húmedos miraron en el rincón de su despacho a la bandera celeste y blanca, después al Cristo crucificado, como pidiéndole ayuda para la elección.
Como siempre Dios respondió, y simplemente escribió al lado de cada nombre, sin jerarquías distintivas: Policía.Comisión Permanente de Homenaje a Policías de Rosario asesinados por organizaciones terroristas
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