Histórica declaración del general Videla
Señor Presidente:
Con el debido respeto a su investidura, me dirijo a Ud. como Presidente de este Tribunal, pero con el deseo de llegar a mis conciudadanos y, en particular, a mis jóvenes camaradas del Ejército, que no han vivido lo que es materia de este juicio y resultan víctimas propicias para ser confundidos y engañados.
No soy yo quién debe decirle a Ud. que la indagatoria, así como su ampliatoria de la que estoy haciendo uso, son instrumentos jurídicos en beneficio del ejercicio de la legítima defensa en juicio.
Pues bien, no he venido hoy a defenderme ante un Tribunal al que ni la Constitución Nacional, ni las Leyes nacionales ni internacionales incorporadas a ella le reconocen competencia para juzgarme; menos aún para juzgarme por hechos ya juzgados en la Causa 13/84, llamada de los Comandantes, por la que cumplo injusta condena a reclusión perpetua, desde el mes de diciembre de 1985, con la accesoria de destitución e inhabilitación absoluta y perpetua.
Tampoco he venido hoy a defender a quienes fueron mis subordinados durante la Guerra interna librada por la Nación Argentina contra el terrorismo subversivo; para ello están la valentía y el coraje con que lo hacen los propios interesados, acompañados por la brillante defensa técnica que realizan sus abogados defensores casi a diario, dando ejemplo de espíritu de servicio para con sus asistidos y de solidaridad para con sus colegas; ello quedó palmariamente demostrado en el tratamiento de la Recusación al Vocal de este Tribunal Dr. Pérez Villalobos.
He venido sí, a honrar mis responsabilidades castrenses asumidas en plenitud, respecto de lo actuado por el Ejército en la guerra ya citada, ordenada por un Gobierno constitucional en pleno ejercicio de sus facultades, único caso en la región, que culminara con una victoria posibilitada por el apoyo mayoritario del pueblo argentino.
Sr. Presidente: hace ya dos meses que, en forma insistente y reiterada, venimos escuchando testimonios poco espontáneos y hasta teatralizados que, a través de una repetición sistemática de acusaciones falaces, centradas en dos de los acusados a los cuales se pretende ridiculizar con apodos y extravagancia en el vestir, apuntan en el fondo al desprestigio del Ejército, usando metodologías gramscianas.
Todos los testigos a su vez, se presentan como víctimas, cuando el común denominador que los une es haber pertenecido al terrorismo, tal como está debidamente comprobado por los antecedentes penales que se han agregado a la causa.
Finalmente, el agravio a la institución Ejército Argentino ha llegado a tal grado de insensatez, que no ha faltado quién la calificara de “asociación ilícita”.
Me opongo terminantemente a tal calificativo, que presupone que la asociación ilícita pueda ser la normal relación entre el que manda y el que obedece, cuando en realidad dicha relación no puede ser otra que la subordinación.
Subordinación no es obediencia ciega al capricho del que manda. Subordinación es obediencia consciente a la voluntad del superior, en función de un objetivo que está por encima del que manda y del que obedece -en nuestro caso la legítima defensa de la nación agredida- en virtud del cual el mando deja de ser arbitrario y la obediencia se ennoblece.
No, Sr. Presidente, no podemos equivocarnos en andar buscando un Ejército bueno y un Ejército malo. Ejército hay uno solo: el de las Guerras por la Independencia; el de la Reorganización Nacional; el de los Héroes y Mártires contemporáneos; el que contó entre sus filas a mi padre y a tres de mis hijos y cuenta hoy con uno de mis nietos; el que tuve el honor de comandar; el de ayer, el de hoy y el de siempre, con sus virtudes y defectos, permanentemente al servicio de la Nación, como institución fundamental de la República.
Es a ese Ejército, al que represento en estas circunstan-cias, al que quiero desagraviar, denunciando una campaña sistemática de desprestigio, con vistas a su destrucción como Institución de la República, objetivo intermedio para subvertir la Nación, al mejor estilo de Gramsci.
Tal vez Sr. Presidente, valga recordar una famosa frase de Nicolás Rodríguez Peña que decía:
“Que fuimos crueles ¡vaya con el cargo!, mientras tanto, ahí tienen Uds. una Patria que no está en el compromiso de serlo. La salvamos como creíamos que debíamos hacerlo. ¿Hubo otros medios? Nosotros no los vimos, ni creíamos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa al rostro, y gocen de los resultados. ¡Nosotros seremos los verdugos, sean Uds. los hombres libres!”. *
Sr. Presidente: En tal sentido, que fuimos crueles nadie lo dude; sí, lo hicimos en el marco de crueldad que impone toda guerra por su propia naturaleza; pero no fuimos sádicos ni integramos una asociación ilícita.
Sr. Presidente: He terminado mi exposición, gracias por escucharme.
* En respuesta a civiles chilenos que comentaron al coronel del victorioso Ejército de los Andes, la crueldad empleada en los combates contra el Ejército español.
Reproducido de:
Periodismo de Verdad
Fuente: Termidorianos
Publicado por Miguel...
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