La revancha de la izquierda en América Latina
Por Ricardo Angoso
Ricardo Angoso |
Jueves, 13 de Enero de 2011
En las décadas de los sesenta, setenta e incluso ochenta, la izquierda de corte marxista intentó hacerse con el poder por la vía armada siguiendo el ejemplo de la revolución cubana y de los comunistas vietnamitas que habían derrotado a los Estados Unidos y creado una satrapía estalinista en el Vietnam bajo la égida de Ho Chin Minh. Llevados por el delirio libertador y un romanticismo de nulo gusto, estos izquierdistas, la mayoría educados en buenas universidades y procedentes de la clase media, creían ver en la lucha armada la panacea universal para librar al mundo de todos los males y, de paso, quitarse del medio a sus supuestos enemigos. Los “enemigos del pueblo”, decían.
Así, y guiados por el ardor guerrero y el rigor de los paredones que iluminaban a ese pistolero que respondía al nombre de Ernesto Che Guevara, los Montoneros de Argentina, los Tupamaros de Uruguay, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, el Sendero Luminoso de Perú y el Comando de Liberación Nacional de Brasil, junto a otros grupúsculos de similar ideología repartidos por todo el continente, se llevó a cabo una estrategia de desestabilización que no desdeñaba el uso de la violencia y el terrorismo indiscriminado, aunque cayeran víctimas inocentes en sus acciones. Incluso aunque murieran niños en sus brutales atentados; todo valía en la lucha por lograr el “hombre nuevo” marxista-leninista liberado ya de las ataduras burguesas e “imperialistas”.
En nombre de tan noble causa, del marxismo redentor que nos liberaría para siempre, se cometieron centenares de crímenes y tropelías. Desde Guatemala hasta el Cono Sur se luchaba para que prendiera la llama de la revolución, para “crear uno, dos o tres Vietnam”, como había dicho el instigador de los pelotones de fusilamiento en La Habana, el ya citado Che Guevara.
Se perpetraron miles de asesinatos, se secuestró, se torturó, se asesinó cobardemente, se colocaron coches bomba indiscriminados en las calles y, sobre todo, se extendió el terror a toda la población con el fin de amedrentar a los pusilánimes y a los cobardes y aterrorizar a todos los sectores sociales. Nadie quedó al margen de esta cruzada sanguinaria, vil y fratricida; miles de policías, militares, periodistas, sindicalistas, sacerdotes o simples ciudadanos, algunos sin ninguna filiación conocida, fueron asesinados en aquellos años de plomo y muerte, de terror generalizado y miseria política.
EL PROCESO DE NORMALIZACIÓN Y LA DEMOCRATIZACIÓN
Sin embargo, ante estos hechos absolutamente injustificables y reprobables, hubo una auténtica reacción social de firme condena y unánime rechazo. Los ciudadanos comenzaron a llamar a las puertas de los cuarteles exigiendo mano firme y contundencia en la lucha contra la subversión. América se resistía a convertirse en una gran ergástula al estilo de la isla-presidio creada por los Castro con el beneplácito y silencio de la izquierda europea y norteamericana. Se encendió la luz verde para comenzar la lucha contra el terrorismo y salvar a las instituciones políticas en peligro.
Las sociedades de Argentina, Chile, Colombia, Brasil, Perú, Uruguay y casi toda el área centroamericana vivían bajo el acecho de un enemigo silencioso y atroz, clandestino e inhumano que no escatimaba en su lucha por llegar al poder todos los medios. El fin, siguiendo la táctica maquiavélica, justificaba los medios y todo valía, incluso los asesinatos masivos, para conseguir el poder total y absoluto. Las calles de Buenos Aires, Santiago de Chile y Lima eran, junto a las del resto de las capitales del continente, el campo de batalla utilizado por este nuevo ejército vil e implacable.
Pese a todo, y ante el imparable proceso de caos y descomposición que se vivía en la década de los setenta, cuando ya casi parecía inminente la victoria de estos grupos en una buena parte del continente, los ejércitos de muchos de estos países reaccionaron y derrotaron a la subversión y al terrorismo. Meridanos y claros son los ejemplos de Argentina y Chile, por mucho que les pese a algunos. Hubo violaciones de derechos humanos por las dos partes, está claro, pero solo una de ellas, los militares que derrotaron al marxismo, ha sido juzgada por dichos hechos. Además, la ciudadanía, casi mayoritariamente, apoyaba estas acciones militares contra aquellos que sin declarar la guerra se habían convertidos en enemigos declarados del orden vigente y el Estado. Los militares ya han respondido por todas estas acciones y por sus responsabilidades, tanto en Argentina como en otras partes de América.
La otra parte, las antiguas guerrilleras, se pudieron incorporar libremente y sin dar cuenta de sus responsabilidades a la vida política de sus respectivos países como si nunca hubiera pasado nada de nada. Después, situados en organizaciones políticas democráticas y no violentas, llegaron al poder y comenzó la revancha contra sus antiguos enemigos. Sin haber pedido siquiera perdón o mostrarse arrepentidos por sus miles de crímenes, esta vieja izquierda ganó la batalla de las urnas y se mostró implacable contra aquellos que les habían precedido y habían dejado el poder democráticamente. También utilizaron la propaganda, presentándose como “jóvenes idealistas” que luchaban contra la “oligarquía”, y ya se sabe que una “mentira repetida mil veces equivale a una verdad”.
UNA VENDETTA CONTRA AQUELLOS QUE CEDIERON EL PODER PACÍFICAMENTE
Los antiguos guerrilleros ocuparon y ocupan puestos de responsabilidad en Argentina de la mano de la pareja bufonesca formada por los Kirchner y así, como si de una pesadilla se tratase, los antiguos responsables militares indultados fueron juzgados ¡por segunda vez! en una parodia insólita de juicio más cercana a los procesos estalinistas que a lo que son las justas prácticas en un Estado de Derecho que responda a su nombre dignamente. Luego, en esa pantomima de proceso digno de Kafka, ocurrió lo que tenía que ocurrir: los militares fueron condenados por segunda vez y enviados a la cárcel.
Pero también en Brasil, Uruguay y Venezuela, como en algunos países centroamericanos, los antiguos guerrilleros llegaban al poder y en el caso uruguayo, como era de prever, ejecutaban su venganza. El general Miguel Ángel Dalmao era detenido por supuestos crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra contra el comunismo y encarcelado después. También en Uruguay se pudre en una mazmorra el ex jefe de Estado Juan María Bordaberry y uno de sus antiguos cancilleres, Juan Carlos Blanco, por haber hecho frente al desafío del terrorismo con las armas y empleando todos los medios a su alcance. La revancha, para esta izquierda vengativa, pérfida y rencorosa, es un plato que siempre se toma frío y la debilidad del enemigo, que le dejó con vida y les permitió incorporarse a la vida civil, debe aprovecharse siempre para triturarlo hasta el final de sus días. “Que no hubieran sido tan huevones”, pensaran para sus adentros.
Terminó estas reflexiones con unas palabras pronunciadas en Buenos Aires hace apenas unas semanas que resumen muy acertadamente lo ocurrido en casi todo el continente en estos años, en que los herederos de los Castro y compañía se han hecho con las riendas y dictan cátedra: "Los enemigos de ayer están en el poder y desde él intentan establecer un régimen marxista, a la manera de Gramsci, que puede estar satisfecho de sus alumnos. La Constitución Nacional guarda luto por la República desaparecida (…) Nosotros no supimos afirmar esta victoria en el campo político y ahora intentan la implementación de un régimen marxista, tomando de rehenes a las instituciones”.
Ricardo Angoso
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Ya lo dijimos, "la venganza es el recurso de los cobardes derrotados para siempre en el campo de batalla "..." si hoy están aquí estos terroristas asesinos de niños, montoneros, E:R:P: y otros de igual calaña, es por que grupos de una Nación dormida , indiferente y sin memoria se los permitió"...Claro está que ahora éstos mismos grupos no saben como librarse de éstos asesinos "...Sepa el pueblo votar y rescatar a nuestra Nación de los blasfemos guerrilleros que la dominan...Comentado al pié y publicado por Miguel... Así, y guiados por el ardor guerrero y el rigor de los paredones que iluminaban a ese pistolero que respondía al nombre de Ernesto Che Guevara, los Montoneros de Argentina, los Tupamaros de Uruguay, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, el Sendero Luminoso de Perú y el Comando de Liberación Nacional de Brasil, junto a otros grupúsculos de similar ideología repartidos por todo el continente, se llevó a cabo una estrategia de desestabilización que no desdeñaba el uso de la violencia y el terrorismo indiscriminado, aunque cayeran víctimas inocentes en sus acciones. Incluso aunque murieran niños en sus brutales atentados; todo valía en la lucha por lograr el “hombre nuevo” marxista-leninista liberado ya de las ataduras burguesas e “imperialistas”.
En nombre de tan noble causa, del marxismo redentor que nos liberaría para siempre, se cometieron centenares de crímenes y tropelías. Desde Guatemala hasta el Cono Sur se luchaba para que prendiera la llama de la revolución, para “crear uno, dos o tres Vietnam”, como había dicho el instigador de los pelotones de fusilamiento en La Habana, el ya citado Che Guevara.
Se perpetraron miles de asesinatos, se secuestró, se torturó, se asesinó cobardemente, se colocaron coches bomba indiscriminados en las calles y, sobre todo, se extendió el terror a toda la población con el fin de amedrentar a los pusilánimes y a los cobardes y aterrorizar a todos los sectores sociales. Nadie quedó al margen de esta cruzada sanguinaria, vil y fratricida; miles de policías, militares, periodistas, sindicalistas, sacerdotes o simples ciudadanos, algunos sin ninguna filiación conocida, fueron asesinados en aquellos años de plomo y muerte, de terror generalizado y miseria política.
EL PROCESO DE NORMALIZACIÓN Y LA DEMOCRATIZACIÓN
Sin embargo, ante estos hechos absolutamente injustificables y reprobables, hubo una auténtica reacción social de firme condena y unánime rechazo. Los ciudadanos comenzaron a llamar a las puertas de los cuarteles exigiendo mano firme y contundencia en la lucha contra la subversión. América se resistía a convertirse en una gran ergástula al estilo de la isla-presidio creada por los Castro con el beneplácito y silencio de la izquierda europea y norteamericana. Se encendió la luz verde para comenzar la lucha contra el terrorismo y salvar a las instituciones políticas en peligro.
Las sociedades de Argentina, Chile, Colombia, Brasil, Perú, Uruguay y casi toda el área centroamericana vivían bajo el acecho de un enemigo silencioso y atroz, clandestino e inhumano que no escatimaba en su lucha por llegar al poder todos los medios. El fin, siguiendo la táctica maquiavélica, justificaba los medios y todo valía, incluso los asesinatos masivos, para conseguir el poder total y absoluto. Las calles de Buenos Aires, Santiago de Chile y Lima eran, junto a las del resto de las capitales del continente, el campo de batalla utilizado por este nuevo ejército vil e implacable.
Pese a todo, y ante el imparable proceso de caos y descomposición que se vivía en la década de los setenta, cuando ya casi parecía inminente la victoria de estos grupos en una buena parte del continente, los ejércitos de muchos de estos países reaccionaron y derrotaron a la subversión y al terrorismo. Meridanos y claros son los ejemplos de Argentina y Chile, por mucho que les pese a algunos. Hubo violaciones de derechos humanos por las dos partes, está claro, pero solo una de ellas, los militares que derrotaron al marxismo, ha sido juzgada por dichos hechos. Además, la ciudadanía, casi mayoritariamente, apoyaba estas acciones militares contra aquellos que sin declarar la guerra se habían convertidos en enemigos declarados del orden vigente y el Estado. Los militares ya han respondido por todas estas acciones y por sus responsabilidades, tanto en Argentina como en otras partes de América.
La otra parte, las antiguas guerrilleras, se pudieron incorporar libremente y sin dar cuenta de sus responsabilidades a la vida política de sus respectivos países como si nunca hubiera pasado nada de nada. Después, situados en organizaciones políticas democráticas y no violentas, llegaron al poder y comenzó la revancha contra sus antiguos enemigos. Sin haber pedido siquiera perdón o mostrarse arrepentidos por sus miles de crímenes, esta vieja izquierda ganó la batalla de las urnas y se mostró implacable contra aquellos que les habían precedido y habían dejado el poder democráticamente. También utilizaron la propaganda, presentándose como “jóvenes idealistas” que luchaban contra la “oligarquía”, y ya se sabe que una “mentira repetida mil veces equivale a una verdad”.
UNA VENDETTA CONTRA AQUELLOS QUE CEDIERON EL PODER PACÍFICAMENTE
Los antiguos guerrilleros ocuparon y ocupan puestos de responsabilidad en Argentina de la mano de la pareja bufonesca formada por los Kirchner y así, como si de una pesadilla se tratase, los antiguos responsables militares indultados fueron juzgados ¡por segunda vez! en una parodia insólita de juicio más cercana a los procesos estalinistas que a lo que son las justas prácticas en un Estado de Derecho que responda a su nombre dignamente. Luego, en esa pantomima de proceso digno de Kafka, ocurrió lo que tenía que ocurrir: los militares fueron condenados por segunda vez y enviados a la cárcel.
Pero también en Brasil, Uruguay y Venezuela, como en algunos países centroamericanos, los antiguos guerrilleros llegaban al poder y en el caso uruguayo, como era de prever, ejecutaban su venganza. El general Miguel Ángel Dalmao era detenido por supuestos crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra contra el comunismo y encarcelado después. También en Uruguay se pudre en una mazmorra el ex jefe de Estado Juan María Bordaberry y uno de sus antiguos cancilleres, Juan Carlos Blanco, por haber hecho frente al desafío del terrorismo con las armas y empleando todos los medios a su alcance. La revancha, para esta izquierda vengativa, pérfida y rencorosa, es un plato que siempre se toma frío y la debilidad del enemigo, que le dejó con vida y les permitió incorporarse a la vida civil, debe aprovecharse siempre para triturarlo hasta el final de sus días. “Que no hubieran sido tan huevones”, pensaran para sus adentros.
Terminó estas reflexiones con unas palabras pronunciadas en Buenos Aires hace apenas unas semanas que resumen muy acertadamente lo ocurrido en casi todo el continente en estos años, en que los herederos de los Castro y compañía se han hecho con las riendas y dictan cátedra: "Los enemigos de ayer están en el poder y desde él intentan establecer un régimen marxista, a la manera de Gramsci, que puede estar satisfecho de sus alumnos. La Constitución Nacional guarda luto por la República desaparecida (…) Nosotros no supimos afirmar esta victoria en el campo político y ahora intentan la implementación de un régimen marxista, tomando de rehenes a las instituciones”.
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