Memoria histórica
EL COMIENZO DE UN MARTIRIO ATROZ
El 19 de noviembre venidero se cumplirán 37 años del nunca recordado holocausto, a manos de uno de sus captores, del Teniente Coronel Jorge Roberto Ibarzábal, asesinado segundos antes de ser hallado, tras diez meses cabales de torturas por sus secuestradores e incesantes búsquedas por parte de las autoridades.
Fue “tomado prisionero” (secuestrado y desaparecido) la noche del 19 de enero de 1974, durante una incursión de más de un centenar de terroristas del “PRT-ERP” en la zona de cuarteles de Azul, compartida por el Regimiento 10 de Caballería al mando del Coronel Gay y el Grupo de Artillería Blindado 10 a su mando. Dado que podían sorprender a una mayoría del personal y sus familias durmiendo, luego de degollar a un centinela —el soldado conscripto Daniel Osvaldo González— comenzaron su ataque por el barrio de viviendas. Avistados por otro centinela e iniciados los disparos, ametrallaron al Coronel Camilo Arturo Gay cuando salía de su casa para encabezar la defensa y —como modelo para los delincuentes comunes de fin de siglo— tomaron como rehenes a la Sra. Hilda Casaux de Gay y a sus hijos de 14 y 16 años.
Estos desdichados adolescentes, que acababan de ver morir a su padre, tuvieron que presenciar rato después cómo los “jóvenes idealistas” (así los calificó Sábato) asesinaban también a su madre cuando ya no les servía para cubrir su retirada. La hija del matrimonio —Patricia Gay Casaux— perdió la razón en 1984 cuando leyó que “el retorno de la democracia” había puesto en libertad a los asesinos de sus padres; debió pasar los últimos años de su corta vida internada hasta que la truncó por mano propia el 5 de octubre de 1991, suicidio no imputable a esa desdichada mujer de 31 años sino a quienes le destruyeron su familia y su salud mental cuando tenía sólo 14.
El no menos infortunado Tte. Cnel. Ibarzábal —reducido e inmovilizado por superioridad numérica— fue cargado en uno de los camiones en que huyeron los terroristas y trasladado por distintas “cárceles del pueblo” durante diez meses. Fue “condenado a muerte” por ser lo que era —un militar— con la “ejecución en suspenso” a la espera de ser canjeado por una suelta de presos que no lograron. Más tarde, se supo que fue mantenido todo el tiempo con fuertes ligaduras que dejaron sus huellas en su torturado cuerpo, como también las dejaron el hambre y la sed que le hicieron padecer. Otro de los tormentos infligidos fue el encierro en un estrecho armario de oficina colocado en la parte trasera de una camioneta a la cual llamaban “cárcel del pueblo móvil”. En esa cámara de torturas rodante, traqueteando a su víctima durante días enteros, se sumaron el entumecimiento y falta de aire, la suciedad acumulada y ulceraciones en la piel.
El 19 de noviembre de 1974 a las 19:30, la “chatita del horror” fue interceptada para un control de automotores en las avenidas San Martín y Donato Álvarez de San Francisco Solano. Su conductor —Sergio Gustavo Lincowsky (a) “El Polaco”— se apeó según le ordenaron pero extrajo un arma y alcanzó a impactar varios disparos contra el armario mientras era a su vez abatido. Así concluyó la vida terrenal y el martirio prolongado del Tte. Cnel. Jorge Roberto Ibarzábal sin que —desde entonces— ni “Madres” ni “H.I.J.O.S.” ni garzones a su servicio se hayan dignado jamás condolerse por sus suplicios e injusta muerte.
Quien comandó el ataque a Azul y lo secuestró no escarmentó con aquella derrota e hizo atacar (por otros) los cuarteles de La Tablada: se llamaba Enrique Haroldo Gorriarán Merlo.
Fue “tomado prisionero” (secuestrado y desaparecido) la noche del 19 de enero de 1974, durante una incursión de más de un centenar de terroristas del “PRT-ERP” en la zona de cuarteles de Azul, compartida por el Regimiento 10 de Caballería al mando del Coronel Gay y el Grupo de Artillería Blindado 10 a su mando. Dado que podían sorprender a una mayoría del personal y sus familias durmiendo, luego de degollar a un centinela —el soldado conscripto Daniel Osvaldo González— comenzaron su ataque por el barrio de viviendas. Avistados por otro centinela e iniciados los disparos, ametrallaron al Coronel Camilo Arturo Gay cuando salía de su casa para encabezar la defensa y —como modelo para los delincuentes comunes de fin de siglo— tomaron como rehenes a la Sra. Hilda Casaux de Gay y a sus hijos de 14 y 16 años.
Estos desdichados adolescentes, que acababan de ver morir a su padre, tuvieron que presenciar rato después cómo los “jóvenes idealistas” (así los calificó Sábato) asesinaban también a su madre cuando ya no les servía para cubrir su retirada. La hija del matrimonio —Patricia Gay Casaux— perdió la razón en 1984 cuando leyó que “el retorno de la democracia” había puesto en libertad a los asesinos de sus padres; debió pasar los últimos años de su corta vida internada hasta que la truncó por mano propia el 5 de octubre de 1991, suicidio no imputable a esa desdichada mujer de 31 años sino a quienes le destruyeron su familia y su salud mental cuando tenía sólo 14.
El no menos infortunado Tte. Cnel. Ibarzábal —reducido e inmovilizado por superioridad numérica— fue cargado en uno de los camiones en que huyeron los terroristas y trasladado por distintas “cárceles del pueblo” durante diez meses. Fue “condenado a muerte” por ser lo que era —un militar— con la “ejecución en suspenso” a la espera de ser canjeado por una suelta de presos que no lograron. Más tarde, se supo que fue mantenido todo el tiempo con fuertes ligaduras que dejaron sus huellas en su torturado cuerpo, como también las dejaron el hambre y la sed que le hicieron padecer. Otro de los tormentos infligidos fue el encierro en un estrecho armario de oficina colocado en la parte trasera de una camioneta a la cual llamaban “cárcel del pueblo móvil”. En esa cámara de torturas rodante, traqueteando a su víctima durante días enteros, se sumaron el entumecimiento y falta de aire, la suciedad acumulada y ulceraciones en la piel.
El 19 de noviembre de 1974 a las 19:30, la “chatita del horror” fue interceptada para un control de automotores en las avenidas San Martín y Donato Álvarez de San Francisco Solano. Su conductor —Sergio Gustavo Lincowsky (a) “El Polaco”— se apeó según le ordenaron pero extrajo un arma y alcanzó a impactar varios disparos contra el armario mientras era a su vez abatido. Así concluyó la vida terrenal y el martirio prolongado del Tte. Cnel. Jorge Roberto Ibarzábal sin que —desde entonces— ni “Madres” ni “H.I.J.O.S.” ni garzones a su servicio se hayan dignado jamás condolerse por sus suplicios e injusta muerte.
Quien comandó el ataque a Azul y lo secuestró no escarmentó con aquella derrota e hizo atacar (por otros) los cuarteles de La Tablada: se llamaba Enrique Haroldo Gorriarán Merlo.
Adolfo Muschietti Molin
Así secuestraban, torturaban y asesinaban éstos terroristas, guerrilleros, hijos del odio, asesinos de niños, asesinos de la población civil, asesinos de valientes guerreros de todas las fuerzas, conocé lo que hacían, estos son los que ahora gimotean por los estrados judiciales pidiendo justicia?, no, pidiendo PLATA, y éste gobierno de CF viuda de Kirchner se lo concede. Los seguirás votando a los K ?...Redacción al pié y publicado por Miguel...
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