"El mejor amigo del hombre".. un profesor salteño sobre los 70
Diario El Tribuno de Salta
13-01- 2.011
Si en algo tuvo éxito la gestión kirchnerista fue en el retroceder en la historia y anclar a la Argentina en el modelo de país de la década del ‘70.
Así, como si nada hubiera pasado en el mundo en los últimos 40 años y la vergüenza del Muro de Berlín siguiera de pie, el Gobierno reivindicó los ideales y la acción de las bandas subversivas que asolaron a la Argentina. Nunca esbozó la más mínima crítica a la criminalidad de estos sectores; por el contrario, les rindió honores, monumentos y los sumó al Gobierno en altos cargos públicos.
La cacareada “política de Derechos Humanos” no fue otra cosa que la acción dirigida a tergiversar la historia y a “cazar brujas”. Con ese fin, se elevó a rango de oficial y único al discurso maniqueo setentista que se enseña en las escuelas de la Argentina; discurso que asevera que una juventud maravillosa, por el noble hecho de comprometerse con los que menos tienen, fue aniquilada por militares perversos que representaban oscuros intereses.
Se declaró feriado el 24 de marzo de 1976, como si esa mañana del 24 los militares argentinos se hubieran despertado transfigurados en monstruos genocidas, hombres lobo dispuestos a depredar y demoler esa Argentina plena de democracia, armonía, felicidad y goce popular que habían construido los partidos políticos, los sindicatos y otras fuerzas vivas; nada más alejado de la verdad.
El período que va desde el 25 de mayo de 1973 al 23 de marzo de 1976 de constitucional sólo tiene el nombre. En los hechos, se trató de una guerra civil por el poder que tuvo su origen en el seno del partido gobernante y que luego se extendió a la sociedad toda.
Han pasado 40 años desde que incendiaran al país con una guerra y, los peronistas, no han realizado todavía, siquiera, el más microscópico y elemental mea culpa. La Triple A (banda comandada por el ministro López Rega), los Montoneros y el ERP eran los que decidían quién tenía derecho a la vida en este país.
Por cierto, la “juventud maravillosa” no fue perseguida, asesinada y desaparecida, como se apunta para la gilada, por el mero hecho de “pensar distinto”. Lo fue porque pretendía hacerse del poder de la Argentina vía el procedimiento fascista-comunista de secuestrar, asesinar, robar, extorsionar y amedrentar a quien se interpusiera en su camino. El objetivo expreso y público de los subversivos era el instalar una dictadura feroz que ejecute la revolución proletaria, la cual, primordial y necesariamente, pasa por el exterminio de la clase social burguesa y de todos aquellos que se opongan al genocidio.
Cien millones de muertos muestran a las claras que son gente de palabra. Debe ser así, porque se debe cumplir “la profecía” del “socialismo científico” (ley ineluctable histórica, según Marx), que establece la extinción de la sociedad capitalista, el nacimiento de la sociedad sin clases, el “fin de la historia” y, para los que por no adorar al oro del becerro permanecen en estado de gracia, el reino del comunismo sobre la tierra por los siglos de los siglos (Amén).
Al respecto, dice el filósofo Tsvetan Todorov “...más o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencadenó causó la muerte de alrededor de un millón y medio de personas, el 25% de la población del país”.
Agrega, además, en el mismo escrito: “Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos. Tras la instauración de la dictadura, obedeciendo a sus dirigentes, a menudo refugiados en el extranjero, esos mismos grupúsculos pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha armada. Tampoco se puede silenciar la ideología que inspiraba a esta guerrilla de extrema izquierda y al régimen que tanto anhelaba.”
Cabe preguntarse si esta insensibilidad y ocultamiento del kirchnerismo frente a los hechos criminales del terrorismo de izquierda, en simultáneo con la militante y sistemática difusión de los crímenes de la dictadura, son la consecuencia: de convicciones enturbiadas por la pasión política, más, de buena fe, o de maquiavélicos cálculos políticos que subordinan los principios morales a la acumulación de poder.
El artificio de adjudicar a demonios poderosos y malvados la responsabilidad del sufrimiento y las miserias de los pueblos es tan viejo como la demagogia. Sin embargo, funciona. Ahí esta, entre otros, Hugo Chávez y Fidel Castro para certificarlo. Es que la miseria ajena duele e incomoda. El encontrar un culpable que no soy yo para esa realidad opera como un bálsamo para la conciencia y, también, para esa víscera sensible que es el bolsillo. Otros son los culpables y los que deben pagar. En los últimos cien años, los EEUU y el pueblo judío han luchado, cabeza a cabeza, por el primer lugar en el ranking de culpables.
Es tan fácil ser bueno y sensible; sólo hay que encontrar a alguien a quién echarle la culpa.
Por eso, es sabio el periodista argentino-español Carlos Rodríguez Braun cuando dice: “El mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio”.
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