Periodismo de Verdad: 26 de diciembre de 2010
El jueves 22 de diciembre, el General Menéndez volvió a hacer uso de la palabra en el juicio Oral y Público que ese mismo día terminaba en Córdoba. Menéndez sabía como casi todos, que la sentencia estaba cantada. Quizás por eso no le sorprendió, si bien el dolor que como militar de pura cepa lleva en su corazón es grande.
A pesar de eso, y en vísperas de la Navidad, una vez más el ex Comandante del III Cuerpo del Ejército miró a todos a los ojos y con la frente en alto, porque está convencido que “ha cumplido con su deber de soldado”, leyó su alegato que sin duda, será parte importante de la historia argentina.
Esa misma tarde le dictaron nuevamente “prisión perpetua”. A continuación las valientes palabras de Menéndez para que usted saque sus propias conclusiones y el pedido otra vez en esta Navidad, que el Niño Dios nos traiga verdadera justicia y paz a todos los argentinos
ALEGATO DEL GENERAL LUCIANO B. MENÉNDEZ
Han desfilado por este tribunal cien testigos.
Todos o casi todos ellos y las supuestas víctimas eran en 1974/75, militantes de alguna de las organizaciones ilegales que en ese entonces asolaban nuestro País. Eran pues, combatientes.
Esto demuestra que las FFAA nunca atacamos a población civil, por lo cual aún si fueran ciertos los crímenes que se nos achacan, no podrían ser calificados de Lesa Humanidad y estarían prescriptos a la fecha.
Todos o casi todos los presos fueron juzgados por un juez federal y condenados por él.
Pero ninguno de ellos explica el verdadero motivo de su detención, aunque el solo hecho de su militancia en una organización ilegal ya era un delito y la sentencia del Juez confirmó que habían participado en alguna acción armada.
Los sentenciados por el Juez cumplieron su condena y salieron en libertad.
Por otra parte, al pertenecer al enemigo, como uno de los testigos nos llamó, su testimonio no puede aceptarse por estar viciado de nulidad por la evidente parcialidad que muchos testigos se encargaron de exhibir ante el Tribunal. Además puedo preguntarme porqué se nos juzga a nosotros cuando un juez los condenó a ellos y fue un asunto legalmente terminado. Ahora vuelve a empezar, pero son los revolucionarios del 70 quienes nos acusan por haberlos condenados en 1975.
Otra cosa que campea en las declaraciones de los testigos y en las expresiones de los abogados de la querella, es la confusión y la fusión que hacen los nombrados entre la Guerra Contrarrevolucionaria y el Gobierno Militar, pretendiendo que ambas cosas son lo mismo y que fueron absolutamente contemporáneas. Con este cambio de fechas y propósitos, ellos arguyen que los terroristas del 70 actuaron en defensa de la democracia puesto que se oponían a un gobierno de facto, y pretenden que los militares desde el gobierno los perseguían por pensar distinto o, como alguno de los testigos y ex preso dijo con singular soberbia, “simplemente por pensar”.
La realidad es que un año antes del 24 de marzo del 76, el gobierno electo constitucionalmente nos ordenó a las FFAA, de Seguridad y Policiales aniquilar a la subversión en Tucumán y seis meses después ese mismo gobierno nos ordenó aniquilar la subversión en todo el territorio nacional. La Guerra Contrarrevolucionaria pues, empezó un año antes que el gobierno militar, y los procedimientos usados por las FFAA y de Seguridad y Policiales no cambiaron en nada antes y después del 24 de marzo, simplemente porque eran los que las Leyes y Reglamentos militares prescribían para luchar contra el terrorismo marxista. Nuestros enemigos fueron los terroristas marxistas, como quedó demostrado por los testigos que desfilaron frente al tribunal, y jamás se persiguió a nadie por sus ideas políticas nacionales.
Pero para demostrar la falacia de quienes ahora pretenden haber sido “jóvenes idealistas” que luchaban por la democracia, nada mejor que citar las palabras de los guerrilleros a quienes derrotamos:
Caparrós -montonero- dice: “La subversión marxista -o más o menos marxista, de la que yo formaba parte- quería, sin duda, asaltar el poder en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad socialista, sin economía de mercado” y cuya “forma política no sería la democracia burguesa que condenábamos cada vez que podíamos.”
Del libro de Alfonso Lesa “La Revolución Imposible”, extraigo las siguientes citas: dice Carlos Masseti del ERP: “Yo digo que por suerte no ganamos. Porque no creo que hubiéramos sido capaces de escapar a la tentación totalitaria porque veníamos formados en el totalitarismo.”
Luis Matini, sucesor de Santucho en la conducción del ERP expresa en el mismo libro: “¿Qué habría pasado si el ERP hubiera triunfado? ¿Hubiera prevalecido la idea de establecer la democracia o de adoptar una dictadura del proletariado? No nos chupemos el dedo. La verdad es que nosotros nunca pensamos en la democracia. Nosotros pensábamos en la democracia en términos de Lenín, como un paso, un instrumento para el socialismo, teníamos toda la concepción leninista más dura.”
Estos testimonios, sumados al análisis crítico de la historia, permiten a cualquier persona que se interese en el tema concluir que la actual versión oficial del asunto es simplemente falsa.
Pero quien mejor desenmascara estas falsedades, es Tzvetan Todorov, un filósofo francés de origen búlgaro que estuvo hace poco en nuestro país, y al que llevaron a visitar los llamados “museos de la memoria”.
Este intelectual, manifiesta sobre el catálogo del Parque de la Memoria “Pero no se puede comprender el destino de esas personas sin saber por qué ideal combatían ni de qué medios se servían. El visitante ignora todo lo relativo a su vida anterior a la detención: han sido reducidas al papel de víctimas meramente pasivas que nunca tuvieron voluntad propia ni llevaron a cabo ningún acto. Sin embargo, su tragedia va más allá de la derrota y la muerte: luchaban en nombre de una ideología que, si hubiera salido victoriosa, probablemente habría provocado tantas víctimas, si no más, como sus enemigos. En todo caso, en su mayoría, eran combatientes que sabían que asumían ciertos riesgos.
La manera de presentar el pasado en estos lugares seguramente ilustra la memoria de uno de los actores del drama, el grupo de los reprimidos; pero no se puede decir que defienda eficazmente la Verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia. En cuanto a la Justicia, si entendemos por tal un juicio que no se limita a los tribunales, sino que atañe a nuestras vidas, sigue siendo imperfecta: el juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta el contexto en el que se produce un acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias.”
Indudablemente, la opinión del Sr. Todorov es muy distinta a la que quisieron arrancarle sus anfitriones con sus visitas guiadas.
Lo que verdaderamente pasó, fue que hace 60 años, la guerra estalló repentina y brutalmente en nuestro país.
Sin tener arte ni parte, simplemente porque estábamos en la ruta de conquista del comunismo internacional, los argentinos sufrimos el asalto de los subversivos marxistas que por orden y cuenta de la Unión Soviética y de su sucursal americana, Cuba, se proponían someter a nuestro país y a toda Latinoamérica a su sistema y sumarnos a sus satélites.
Era la guerra. Pero la más total de todas las guerras. La Guerra Revolucionaria.
No se trataba de pretender arrancarnos un pedazo de territorio, o un paso entre dos océanos, o una zona de influencia geopolítica o económica.
A lo que la subversión apuntaba era al alma de nuestro pueblo para someterlo a un régimen despiadado y brutal. Como su nombre lo indica, la Guerra Revolucionaria revoluciona el modo de vida del pueblo que elige como víctima. El propósito de los subversivos al declararnos la Guerra Revolucionaria era asaltar el poder para instaurar un régimen comunista bajo el cual, en lo externo nos convertiríamos en un satélite de Rusia y en lo interno, dejaríamos de ser libres para pensar, expresarnos, poseer bienes, decidir qué hacer con ellos, entrar y salir del país, disponer de nuestras vidas y la de nuestras familias, porque todo pertenecería y sería manejado por el estado totalitario.
Se equivocan los que creen y mienten quienes lo afirman, que el pueblo fue un convidado de piedra en la Guerra Revolucionaria. Por el contrario, el pueblo era el objetivo al que pretendía dominar la subversión. Por eso nos agredió, para apoderarse de nuestro pueblo. Y por eso los vencimos. Porque nuestro pueblo percibió claramente que sus FF.AA. lo defendían de los terroristas que lo atacaban. Y se alineó con nosotros brindándonos su apoyo.
En el mundo se reconoce que las guerras ofensivas o de agresión son injustas. La invasión armada del terrorismo marxista constituye, por lo tanto, una guerra injusta, sujeta a la sanción internacional.
Las primeras manifestaciones de Guerra Revolucionaria fueron dos campamentos de guerrilleros: los Uturuncos, en los montes tucumanos en 1959, y otro en Orán en 1964. Justamente durante los gobiernos del Dr. Frondizi y el del Dr. Illia. Ambos gobernantes inobjetablemente democráticos, no sólo por ser electos por el pueblo, (que allí no termina la democracia, sino que empieza) sino también por su ejemplar ejercicio del Poder. No pueden pretextar los guerrilleros que eran pacíficos ciudadanos buscando defender la democracia, porque la democracia estaba bien defendida por esos gobiernos.
La persecución a los delincuentes subversivos no fue, como ellos pretenden, represión a los opositores políticos de los gobiernos militares. La subversión desató una guerra en nuestra Patria desde 1960 en adelante, bajo gobiernos de todos los signos. De quién eran opositores? Y quién los perseguía? Frondizi? Guido? Illia? Perón?
Lo cierto es que La Nación Argentina, para defenderse de la agresión subversiva ensayó todos los métodos desde 1964, no importa de qué signo fuera el gobierno de turno.
El terrorismo marxista desbordó todas las previsiones del estado nacional, incluida una corta intentona ilegal desarrollada en 1975, en la que el gobierno recurrió al terrorismo de estado con la AAA. Así, la subversión llegó a conformar verdaderos ejércitos clandestinos, con su dirección política, sus contactos y respaldos internacionales, sus combatientes organizados en comandos y unidades a imitación de las militares, sus organizaciones de inteligencia, sus apoyos logísticos de sanidad, materiales, transportes y munición, sus ramificaciones de reclutamiento, difusión y propaganda, sus programas de instrucción política y militar en el país y en el extranjero, sus sistemas de relevos y descansos, etc.
Ante el crecimiento en efectivos y en peligrosidad de estas bandas, que llegaron a reunir 40.000 hombres (las Brigadas Rojas de Italia nunca superaron los 1000 hombres), finalmente la Nación Argentina, por Decreto Presidencial Nº 2770/75 creó el Consejo de Seguridad Interior presidido por el Presidente de la Nación e integrado por todos los ministros y los comandantes de las FFAA, para dirigir los esfuerzos nacionales para la lucha contra la subversión, y ordenó a sus FFAA, por decreto presidencial Nº 2772/75 (ambos firmados por el Presidente Luder) que “procedan a ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a los efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del País”. Esa expresión “aniquilar el accionar” ha servido a los terroristas de pretexto para afirmar que las fuerzas legales nos excedimos, como si se pudiera hacer una separación entre el accionar y los hombres; máxime en la Guerra Contrarrevolucionaria, donde operábamos contra un enemigo que cuando su grupo era aniquilado, se sumaba a otro o seguía actuando individualmente. Por suerte, el Consejo de Seguridad Interior, que era el organismo que dirigía la guerra fue más concreto y en su Directiva Nº 01/75 fijó a las FFAA, de Seguridad y Policiales la misión de “ejecutar la ofensiva en todo el ámbito del territorio nacional para detectar y aniquilar las organizaciones subversivas” y para más claridad todavía agregó: “Las acciones deben tender a aniquilar los elementos constitutivos de las organizaciones subversivas”.
La Argentina rechazó la agresión armada marxista. Pero no sin sufrimiento. Pues las fuerzas subversivas ensangrentaron al país durante 10 años, en los que asesinaron a 1500 personas, de las cuales el 60 % eran miembros de las FFAA. ,de Seguridad y Policiales y el 40 % eran civiles, empresarios, gremialistas, políticos, funcionarios, sacerdotes, mujeres, niños; e hirieron a muchos más. Secuestraron a 1750 personas. Cometieron 21600 atentados terroristas (6 por día).
De nuevo para tener dimensiones comparadas, las Brigadas Rojas realizaron 300 atentados en toda su campaña.
Las Fuerzas Armadas aplicando las leyes y reglamentos militares en vigencia, cumplieron en pocos años la misión encomendada por la Nación de vencer al enemigo, y al acortar la guerra ahorraron sufrimientos a La Patria. Comparémonos con Colombia que desde hace 60 años soporta el flagelo constante de la guerrilla terrorista, la cual todavía controla una parte del país y arrastra su corte de secuestrados y muertos que se calculan en más de 100.000.
Y nosotros estamos siendo juzgados. Tenemos el dudoso mérito de ser el primer país en la historia del mundo que juzga a sus soldados victoriosos que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas. Ostentamos ese triste record del que se enorgulleció aquí el fiscal adjunto por la sencilla razón de que, como es lógico, nadie nos lo disputa, está desierto.
Ahora la Justicia Nacional nos juzga por supuestos crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas en la Guerra Contrarrevolucionaria.
Se nos señala además, en actitud pedante, que debimos utilizar el Código Penal en lugar de las armas.
¿Pero es que no recordamos que la Nación Argentina usó la ley y la justicia para tratar de combatir el accionar del terrorismo marxista antes de ordenarle a sus Fuerzas Armadas el uso de las armas?
Y eso a pesar de los crímenes atroces cometidos por el terrorismo marxista entre 1960 y 1975.
Tanto aguantó la Nación antes de decidirse a usar las armas que recuerdo un comentario despectivo que circulaba por esos años en el que se nos decía que los militares sabíamos morir pero no sabíamos matar.
¿Por qué se cambió de procedimiento y las autoridades legalmente constituidas de la Nación finalmente ordenaron a las Fuerzas Armadas “iniciar operaciones militares para aniquilar a la subversión”?
¿Por qué los jueces que hoy nos juzgan aceptaron suspender su tarea de controlar el accionar de las fuerzas armadas subversivas vía la aplicación del Código Penal y entregaron esta responsabilidad a las Fuerzas Armadas legales?
Si el trabajo judicial hubiera sido eficaz, lo lógico hubiera sido que el Poder Judicial no permitiera transferir sus responsabilidades.
Recordemos una vez más que las Fuerzas Armadas combatieron al terrorismo marxista más de un año en Tucumán y seis meses en todo el País, bajo las órdenes y la supervisión de un gobierno electo legalmente en el que funcionaban todas sus instituciones y sus poderes. Y entonces, con las Fuerzas Armadas empeñadas en combate, ¿cómo es que entre febrero de 1975 y marzo de 1976, ningún juez, ningún legislador, ningún funcionario, ningún periodista, reclamó por los supuestos excesos de las Fuerzas Armadas?
¿Será que en 1975 nadie en la Nación, ni el Poder Ejecutivo, ni el Legislativo, ni el Judicial, ningún funcionario ni periodista, imaginó para frenar la agresión del terrorismo marxista otra solución que usar las armas?
¿Será que se comprendió entonces, como lo prueban numerosos artículos periodísticos de la época, que enfrentábamos una guerra, y que el Poder Judicial con el Código Penal no podía librar una guerra?
Es oportuno recordar un discurso del Ministro de Defensa de Isabel Perón, Dr. Votero, del 17 de diciembre de 1975, que en uno de sus párrafos decía: ¨las Fuerzas Armadas en cumplimiento de obligaciones constitucionales y convocadas por el gobierno, han asumido junto a las Fuerzas de Seguridad, la responsabilidad de la acción directa contra la subversión. Lo han hecho y lo siguen haciendo con marcado y rotundo éxito. A ellos rindo, como Ministro de Defensa y en nombre de la excelentísima Señora Presidente de la Nación, la gratitud y homenaje del gobierno, llamándolos beneméritos de la Patria y diciéndoles nuestra inquebrantable determinación de no dejar por hacer absolutamente nada de lo que está dentro de nuestras facultades y de nuestro poder de decisión para alcanzar su más completo exterminio.¨
¡Lo que va de ayer a hoy!
Es que en ese entonces los ilegales estaban en la ilegalidad, y las fuerzas nacionales éramos legales.
Y nadie nos discutía, y mucho menos nos disputaba esa condición, porque las circunstancias eran muy difíciles y pocos estaban decididos y capacitados para enfrentarlas. Se sucedían los crímenes del terrorismo y las declaraciones triunfalistas de los guerrilleros marxistas hacían temer que éstos tuvieran ya el poder al alcance de sus manos ensangrentadas.
Resulta ridículo que quienes no pudieron hacer la tarea, porque no es misión del Poder Judicial hacer la guerra, nos juzguen y condenen hoy, 30 años después de haber terminado con la violencia gracias al empeño de las Fuerzas Armadas de la Nación, con el argumento, entre otros, de no haber aplicado el Código Penal para derrotar al enemigo.
Detrás de esta maniobra burda y ridícula, están los mismos guerrilleros de aquel entonces ocupando puestos en el Gobierno, buscando ahora matar dos pájaros de un tiro:
Por un lado, desprestigiar a la Justicia de la República que para poder juzgarnos ha debido vulnerar numerosas reglas jurídicas y constitucionales y aplicar el derecho de manera arbitraria e ilegal.
Por el otro, desprestigiar a las Fuerzas Armadas presentando como crímenes las acciones de la Guerra Contrarrevolucionaria.
Porque derrotados, los guerrilleros abandonaron la lucha armada y se mimetizaron en la sociedad simulando ser pacíficos civiles.
Pero no abandonaron sus oscuros y anticuados objetivos. No cesaron la Guerra Revolucionaria, sino que la trasladaron a otros campos, siguiendo la doctrina de Gramsci que aconsejaba “La intelligenzia tiene que apoderarse de la educación, de la cultura, y de los medios de comunicación social, para desde allí apoderarse del poder político y con el poder político dominar a la sociedad civil”.
Los ex guerrilleros, devenidos funcionarios no se han sacado aún la piel de cordero porque les falta todavía eliminar o dominar algunos resortes del Poder. Cuando sientan que la capacidad de reacción de los argentinos está anulada, entonces van a dar el zarpazo, entonces van a abandonar su disfraz pacifista y legalista y van a utilizar toda la violencia para cambiar nuestro estilo de vida.
Espero que los guerrilleros de los 70, hoy en el poder, no logren consumar sus propósitos de afianzarse en él para imponernos su régimen autoritario y vitalicio.
Confío en que los argentinos nos unamos para detener esa marcha hacia el abismo.
La democracia es un sistema que dignifica a quienes gobierna, pero para que funcione adecuadamente necesita de gobernantes que no se aparten de la ley y de ciudadanos que no permitan que se aparten.
Es decir, la democracia dignifica al ciudadano pero para funcionar precisa de ciudadanos dignos.
Venimos soportando siete años de autoritarismo, en que los argentinos hemos sido avasallados, escarnecidos, insultados por un gobierno despótico, que ha violado sistemáticamente la Constitución Nacional y la ley y cuya aspiración final es imponernos un gobierno autoritario. Aquí mismo está discurriendo hoy este juicio claramente inconstitucional y sin embargo, hay una multitud de actores desempeñando sus roles como si fuera lícito.
Espero que después de estos años de indignidad, la misma vergüenza de haber soportado este periodo de oprobio, sirva para que en lo sucesivo y para siempre los ciudadanos de nuestra República, tanto gobernantes como gobernados, cumplamos y hagamos cumplir estrictamente la Constitución y la Ley y no nos apartemos por ninguna razón de las normas institucionales, y entonces volvamos a inaugurar una nueva etapa democrática que esta vez sea, si, auténtica y permanente.
Estoy convencido que esta experiencia nos va a servir para rechazar en el futuro los caprichos arbitrarios de un caudillo en cuanto se insinúen, para ajustarnos sin concesión alguna a las normas institucionales de la República. Solo así volverá a regir la Constitución, la Ley, la Justicia y la Libertad en la Patria de la Libertad; y la democracia volverá a guiar la marcha de los argentinos a su destino de grandeza, marcha que emprendimos varias veces con éxito mientras nos movimos con total libertad dentro del ámbito de la Constitución y que se frustró en varias ocasiones por la copia enfermiza de modelos totalitarios.
Luciano B. Menéndez
General de División
No hay comentarios:
Publicar un comentario