Juan Eduardo Barrios: ¡Ni Olvido ni Perdón!
Jorge Fernández Zicavo
06.12.1977. Monte Chingolo - Prov. de Buenos Aires.
Un auto se detiene frente a una sucursal del Banco de la Provincia. La terrorista Estela Inés Oesterheld ("Marce-la") se asoma por la ventana con una metralleta y dispara una ráfaga al Cabo 1º Erculano Ojeda, de custodia en la puerta. Luego baja, le roba la pistola y la UZI, derrama una lata de nafta sobre el cuerpo y le prende fuego ante las miradas horrorizadas de los peatones; entre ellos, una señora con su hijito de 3 años comprando un helado en un kiosko. La terrorista sube al coche conducido por su marido y montonero Raúl Oscar Mórtola ("el vasco"), y dispara otra ráfaga que hiere a dos peatones y mata al niño con un balazo en el estómago.
En la Argentina de los setenta cosas de este tipo sucedían a diario. Un chiquito de tres años todavía con el helado en la mano; su madre dando alaridos; el cuerpo del policía, aún vivo, ardiendo. Mucha gente cuerpo a tierra y dos peatones gravemente heridos: Ramón Echeverría y Carlos Ravazzani. El chiquito asesinado se llamaba Juan Eduardo Barrios. Su padre era un obrero metalúrgico que después de trabajar en la fábrica hacía changas para aumentar el salario. Juancito era el único hijo, y el mundo se les vino encima sin que ninguna asociación de derechos humanos se ocupara de ellos. Juancito no respondía al perfil, era un daño colateral de la justa lucha armada por el socialismo. Uno más entre cientos de muertos y heridos anónimos que la Historia política-mente correcta no incluye en su Memoria. Resulta sar-cástico, una broma macabra ilustradora de la profunda inmoralidad y cinismo de la izquierda argentina, que la única asociación de defensa de los derechos humanos en aquellos años fuera un aparato del... ¡Partido Comunista!
El atentado lo reivindicó Montoneros. Seguramente, esa noche la "guerrillera" durmió satisfecha por haber cum-plido con su deber revolucionario. Hasta puede que la hayan ascendido por ejecutar a un enemigo y "recuperar armas para el pueblo". ¡Lástima lo del pibito... pero así es la guerra ¿viste?!
Fue un 6 de diciembre de 1977, un día tan anónimo para la Historia como la muerte de este chiquito inaprensible, desaparecido de la vida. Porque no pudo Ser, no dejó una biografía, ni un nombre en los listados de la infame Conadep. Sólo un rostro que la mala calidad de la fotogra-fía torna fantasmagórico.
06.12.1977. Monte Chingolo - Prov. de Buenos Aires.
Un auto se detiene frente a una sucursal del Banco de la Provincia. La terrorista Estela Inés Oesterheld ("Marce-la") se asoma por la ventana con una metralleta y dispara una ráfaga al Cabo 1º Erculano Ojeda, de custodia en la puerta. Luego baja, le roba la pistola y la UZI, derrama una lata de nafta sobre el cuerpo y le prende fuego ante las miradas horrorizadas de los peatones; entre ellos, una señora con su hijito de 3 años comprando un helado en un kiosko. La terrorista sube al coche conducido por su marido y montonero Raúl Oscar Mórtola ("el vasco"), y dispara otra ráfaga que hiere a dos peatones y mata al niño con un balazo en el estómago.
En la Argentina de los setenta cosas de este tipo sucedían a diario. Un chiquito de tres años todavía con el helado en la mano; su madre dando alaridos; el cuerpo del policía, aún vivo, ardiendo. Mucha gente cuerpo a tierra y dos peatones gravemente heridos: Ramón Echeverría y Carlos Ravazzani. El chiquito asesinado se llamaba Juan Eduardo Barrios. Su padre era un obrero metalúrgico que después de trabajar en la fábrica hacía changas para aumentar el salario. Juancito era el único hijo, y el mundo se les vino encima sin que ninguna asociación de derechos humanos se ocupara de ellos. Juancito no respondía al perfil, era un daño colateral de la justa lucha armada por el socialismo. Uno más entre cientos de muertos y heridos anónimos que la Historia política-mente correcta no incluye en su Memoria. Resulta sar-cástico, una broma macabra ilustradora de la profunda inmoralidad y cinismo de la izquierda argentina, que la única asociación de defensa de los derechos humanos en aquellos años fuera un aparato del... ¡Partido Comunista!
El atentado lo reivindicó Montoneros. Seguramente, esa noche la "guerrillera" durmió satisfecha por haber cum-plido con su deber revolucionario. Hasta puede que la hayan ascendido por ejecutar a un enemigo y "recuperar armas para el pueblo". ¡Lástima lo del pibito... pero así es la guerra ¿viste?!
Fue un 6 de diciembre de 1977, un día tan anónimo para la Historia como la muerte de este chiquito inaprensible, desaparecido de la vida. Porque no pudo Ser, no dejó una biografía, ni un nombre en los listados de la infame Conadep. Sólo un rostro que la mala calidad de la fotogra-fía torna fantasmagórico.
Clotildo Isaac Barrios, padre de Juancito
En la Argentina actual, terroristas como la Oesterheld son ministras, embajadoras, juezas, intendentes y activistas del CELS o Amnistía Internacional. Y si fueron ejecutadas, seguro que tienen una calle a su nombre; y que sus madres que las malparieron se pasean los jueves por Plaza de Mayo con un pañuelo en la cabeza y 250.000 Dólares en el bolsillo. Con un poco de suerte hasta puede que a las hijitas le dediquen una película, como a Norma Arrostito.
Para este y otros niños desaparecidos por sus hijos terro-ristas, las Madres de Plaza de Mayo que justifican y aplau-den sus asesinatos nunca gritarán ¡Ni Olvido ni Perdón. Juicio y Castigo a los culpables!
Para este y otros niños desaparecidos por sus hijos terro-ristas, las Madres de Plaza de Mayo que justifican y aplau-den sus asesinatos nunca gritarán ¡Ni Olvido ni Perdón. Juicio y Castigo a los culpables!
Ocho días después, el 14 de diciembre de 1977, los dos asesinos de Juancito y el Cabo 1º Erculano Ojeda fueron localizados en Longchamps, Provincia de Buenos Aires. Raúl Mórtola consiguió escapar herido del tiroteo, pero murió a las pocas cuadras. La Oesterheld fue capturada una hora después y ejecutada en el acto.
Anteriormente ya habían corrido igual suerte sus otras hermanas: Beatriz Marta (05.76), Diana Irene (08.76), Marina (11.76); y su padre Héctor en 04.77. Todos ellos, miembros de la organización terrorista Montoneros. El gobierno peronista de Néstor Kirchner indemnizó a la viuda y madre con 1.250.000 Dólares y sus nombres son honrados en el Parque de la Memoria como desapareci-dos por lo que llaman... ¡Terrorismo de Estado!
62º Fería del Libro de Frankfurt, Octubre 2010. Cristina Kirchner cede el micrófono a la viuda Elsa Sánchez de Oesterheld, quien pidió no bajar la guardia en la defensa de los Derechos Humanos. En la primera fila aplaudían el terrorista Juan Gelman (Secretario de Prensa del Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero), y el indigenista Osvaldo Bayer, también invitados por la presidenta a integrar la millonaria comitiva.
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